Lancé mis redes sobre tus aguas quietas. Y mis amores rodaron por tu cara. Tu piel de terciopelo me buscaba, y mis ojos bohemios te adoraban. Juventud que cantaba a todas horas. Si llorabas, por amor llorabas, y si reías, es porque me amabas.
Florecieron mis besos en tu alma, y emigraron las voces de tristeza. Apretaste mis manos tantas veces, con ternura y nobleza, con pureza y locura. Aún perdura el fuego, y el recuerdo vibra. El tiempo en la memoria se emociona, y una brisa llorona, empapa tu recuerdo.
¿Cuándo olvidaré tu boca vespertina, que cruzó mis horizontes desvelados, y mitigó el dolor, el quebranto y la pena? Llegaste como aroma de azucena, brillaste como luna, romántica y serena. Tus ojos cautivaron mis anhelos, y le brotaron alas a mis sueños...
Después de tanta dicha, el destino ingrato destrozo mis redes y alejo tus pasos, poniendo en otros ojos tu mirada, y a tus manos brindándole otros brazos. Yo quede como un tonto solitario, naufragando en un mar hecho pedazos, y escribiendo el final de un poemario... |